En el mercado podemos encontrar gran cantidad de limpiadores para metales. Pero si el objeto no tiene oxidaciones importantes, existen unos métodos caseros para limpiarlos:
Hierro: Se frota el óxido con lana de acero mojada con aceite de oliva y se retira la suciedad con un paño.
Cobre: Se hace una pasta con vinagre y pimentón, se frota el objeto hasta eliminar la suciedad. Se aclara y se seca bien.
Latón y bronce: Se mezcla vinagre o zumo de limón con sal y se frota. Se aclara secándolo bien.
Plata: Hacer una pasta con bicarbonato y agua frotar el objeto. Lavar, aclarar y secar.
Si el metal está muy oxidado, existen productos industriales como los transformadores de óxido que son productos al agua que aplicados sobre el óxido, reaccionan y crean una película protectora que neutraliza la oxidación superficial, pudiendo dar un acabado encima sin tener que pasar por la ardua tarea de lijar o cepillar.
Una vez limpio, el metal se puede proteger con ceras o barnices especiales para que quede con su color natural o se puede aplicar un esmalte de color.
Cabecero de hierro restaurado y decorado con un falso esmalte
Lacado en blanco y decorado con un falso esmalte
Decorado con unas iniciales
Decorado con cromos victorianos
El antes y el después
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